La naturaleza es sabia, dice un amigo, o te hace lindo, o te da el don del habla. No creo que sea tan así, pero si es cierto que muchas veces, la suerte de la fea, la linda la desea.
Siempre se habló de las ventajas de ser lindo, bello. Hay mucho escrito sobre ello, mal que nos pese a los feos. Pero también hay ventajas para nosotros.
Pareciera que los lindos tienen ventajas sobre el resto de los simples mortales, que para los lindos todo es fácil, que se consigue fácil, y que como lo consiguen fácil, son muy felices. Eso no es cierto. Aunque es verdad que la gente que tiene más atractivo suele tener más posibilidades de encontrar un trabajo, de encontrarlo antes, también es verdad que no siempre disfruta de todo a lo que accede. Porque los condicionantes y las tensiones que genera el hecho de tener que dar una imagen, una apariencia hacia fuera, muchas veces resulta difícil ser feliz con esas tensiones.
Veamos las ventajas de los lindos: Se los ayuda más. De hecho, hay experimentos que demuestran que paramos más en la calle a ayudar a una persona más linda que a una que no lo es. Las sanciones a los lindos suelen ser más leves, se los castiga menos. En los juicios y asuntos públicos, cuando una persona es atractiva se suele pensar que lo que ha hecho es menos grave. Y así podemos seguir con miles de ejemplos.
Precisamente por su condición de belleza, se los ayuda más o condena menos (según sea el caso). Y acá viene una de las grandes ventajas de los feos: a las personas lindas les cuesta más interiorizar los elogios, tener autoestima, porque creen que todo les llega por su condición de “lindos”. Es mucho más difícil para ellos darse cuenta de lo que realmente hacen bien además de ser lindos. Esa es una de las variables que desarrolló Ed Diener, un psicólogo que investigó justamente las ventajas de ser lindo; y se dio cuenta que, por contraste, los feos tenemos el otro lado de esas cuestiones. Los feos tomamos los elogios mucho mejor.
El problema para los lindos es que la belleza dura poco; y eso no ayuda a fomentar la autoestima. Las cosas que realmente nos hace sentir bien con nosotros mismos tienen que ser duraderas, y era algo que a Diener le llamó la atención: si crees que todo te sale bien por ser lindo, sabes que en algún momento eso se acaba. Sin embargo los feos, interiorizamos los elogios mejor, y sabemos que nuestras cualidades, sean las que sean, van a perdurar.
Los lindos siempre sienten que tienen que demostrar más que el resto; tienen que hacer saber que lo que hicieron va más allá de su cualidad de belleza. Sienten que hay un destino finalista en el halago: me dicen lo que me dicen porque quieren algo a cambio. Eso les genera inseguridad y afecta su autoestima.
Los menos lindos no están pendiente de la imagen todo el día, como los lindos. Esa podría ser otra ventaja, ya que es una tensión constante. ¿Cómo retener algo que es efímero? Es imposible, y aún así, se esfuerzan por estar lindos todo el tiempo, perdiendo la conexión con el yo interno; y más aún, todo lo que hacen “para la parte de afuera”, tarde o temprano, no sirve para nada, se termina. No se puede frenar el avance de la vida. Con lo cual la sensación de insatisfacción vuelve a reforzarse en el caso de los lindos. Esa presión por mantenerse bien, no existe para los feos.
A los lindos se los recuerda menos. Como diría Woody Allen, soy difícil de recordar y fácil de olvidar. Esto sucede porque las caras de las personas atractivas son simétricas, son de alguna manera, son perfectas. Por eso también son menos diferenciadas. Los hombres lindos se parecen mucho, en cambio los feos somo más diferentes. Para demostrar esto, prueben de pensar en actores como Brad Pitt, o Leonardo di Caprio, muchos tienden a confundir quien era el protagonista, pero nadie va a confundir ni olvidarse de un actor secundario que la rompe y no es lindo. Podría nombrar a Tommy Lee Jones en El Fugitivo, a Joe Pesci en Casino.
Otro tema es la intimidación: la belleza extrema intimida. Cuando vemos a alguien muuuuuy lindo nos sentimos intimidados, no? Una sensación de tensión, de stress. ¿Cómo hago? Generalmente acaba por generarse cierto rechazo acercarse a la gente linda, que terminan quedándose solos. Cosa que no sucede con los no lindos; se les acercan todos.
Se genera incluso una tensión que se acaba resolviendo con críticas, metiéndose con la persona. Una mujer linda, por ejemplo, piensan que es sólo eso: el caso de la rubia tarada: “No tiene nada más que belleza”, “era tan linda por fuera y tan fea por dentro”, siempre se intenta bajarla del pedestal. Lo mismo sucede con los hombres, “es puro músculo, no tiene cerebro”. Se sienten (y son) objetos de denostación, de burla.
La fealdad se asocia a mejores personas; y tendemos a creer que los lindos son peores. Los menos atractivos parecemos mejor gente. Volvemos a las películas, que traducen el imaginario colectivo: la mayoría de los asesinos en serie con lindos, son atractivos. Es raro ver lo contrario, que creamos que alguien realmente malo no sea atractivo.
Hay una presunción que la belleza externa es la única cualidad “buena” de una persona, que el resto de sus cualidades no son buenas: altaneros, soberbios, inútiles, carentes de inteligencia; lo cierto es que la genética no va asociada al hecho que tengan unos genes “bellos”, a que otras cosas las tenga en falta. Eso lo pensamos para bajarlos del pedestal: los lindos no pueden tenerlo todo, que sólo tengan la belleza. Error.
Para finalizar, podemos resumir que las ventajas de los feos sobre los lindos es que los primeros tienen una falta de presión social, la falta de responsabilidad y el saber que tus cualidades se aprecian independientemente de la cuestión física. Que interiorizan mucho mejor los elogios, no generan esa intimidación que generan los lindos, y que se los recuerda mucho más.
La cuestión es que, como casi todo, ambos tienen sus ventajas y desventajas.