BIENESTAR PERIÓDICO, 23 de diciembre de 2024

EN BUSCA DE LO SAGRADO: MI VIAJE A INDIA.

Un viaje a la India se convierte en una intensa experiencia de autodescubrimiento, donde el caos de Delhi desafía y transforma, revelando un camino hacia la espiritualidad y el crecimiento personal.

Cuando decidí emprender mi viaje a la India, sabía que no sería una experiencia turística convencional. Era una llamada del alma, una búsqueda de transformación personal que requería preparación y compañía adecuada. Mi búsqueda me llevó a conectar con grupos de yoga que organizaban este tipo de experiencias, sintiendo que la contención grupal sería fundamental en esta aventura.

La sincronicidad jugó un papel crucial en mi preparación. Mi amiga Agustina Paz, con quien había compartido experiencias profesionales y personales, se convirtió en mi compañera de viaje. Ambas estábamos en la misma sintonía, buscando no solo un destino, sino una transformación interior. Esta coincidencia nos unió aún más, preparándonos para lo que estaba por venir.

Al llegar a Delhi, el choque cultural fue inmediato y abrumador. La diferencia horaria de 8 horas era solo el comienzo. Nuestros sentidos se vieron asaltados por una sinfonía de estímulos: el caos del tráfico, el aroma de las especias, los colores vibrantes de la vestimenta local, y el constante bullicio de una ciudad que nunca duerme.

El tráfico de Delhi merece una mención especial. Lo que para nosotras parecía un caos total, para los locales era una danza perfectamente coreografiada. Tuc-tucs, bicicletas, peatones y vehículos se entrelazaban en un ballet urbano que desafiaba toda lógica occidental. Los cables eléctricos que se entrecruzaban sobre nuestras cabezas como una red gigantesca añadían otra capa de asombro y, francamente, un poco de miedo.La comida fue otra aventura en sí misma. Platos con niveles de picante que desafiaban nuestros paladares occidentales, salsas de colores y aromas que no podíamos identificar. Cada comida era un acto de confianza y descubrimiento.En medio de esta avalancha sensorial, nos encontramos preguntándonos: «¿Qué hacemos aquí?». La claridad espiritual que buscábamos parecía diluirse en el caos de Delhi. Nos cuestionábamos si realmente era necesario viajar más de 15,000 kilómetros para encontrar ese «algo» que buscábamos.

Sin embargo, a medida que pasaban los días, comenzamos a sintonizar con el ritmo de la ciudad. Lo que inicialmente percibimos como caos, empezó a revelar un orden oculto. Aprendimos a fluir con la energía de Delhi, a movernos entre la multitud, a saborear la comida sin temor, a ver la belleza en lo que antes nos parecía caótico.

Las noches fueron desafiantes, con el jet lag jugando en nuestra contra. Nos encontrábamos despiertas a las 3 de la mañana, reflexionando sobre nuestras experiencias, procesando el choque cultural y físico que estábamos experimentando. Pero incluso en esos momentos de insomnio, sentíamos que estábamos exactamente donde debíamos estar.A medida que avanzaba la semana, nos dimos cuenta de que este viaje era mucho más que una búsqueda espiritual. Era un proceso de deconstrucción y reconstrucción. Cada experiencia, cada desafío, cada momento de confusión o claridad estaba contribuyendo a nuestra transformación personal.

Nuestro grupo se convirtió en un ancla en medio de la tormenta de sensaciones. Descubrimos que todas compartíamos experiencias similares, esa misma atracción inexplicable hacia la India. Esto reforzó nuestra convicción de que estábamos en un viaje colectivo de autodescubrimiento.

Reflexionando sobre esa primera semana en Delhi, me di cuenta de que el viaje ya había comenzado mucho antes de poner un pie en suelo indio. Comenzó con ese primer pensamiento, esa primera sensación de que necesitaba estar aquí. Y ahora, inmersa en la realidad de la India, entendí que el verdadero viaje no era geográfico, sino interno.

La India nos estaba desafiando, sacudiendo nuestras percepciones y expectativas. Nos estaba enseñando a ver más allá de lo aparente, a encontrar orden en el caos, belleza en lo extraño, y sabiduría en la confusión. Estábamos aprendiendo a confiar en el proceso, a abrazar la incertidumbre y a permitir que la experiencia nos transformara.

Esta primera semana en Delhi fue solo el comienzo de un viaje que prometía ser profundamente transformador. A medida que nos preparábamos para explorar más de este fascinante país, sabíamos que cada paso nos llevaría más profundo en nuestro viaje interior, revelando capas de nosotras mismas que quizás no sabíamos que existían.

La India, con toda su intensidad y contradicciones, se estaba convirtiendo en nuestro maestro, nuestro espejo y nuestro camino. Y nosotras, con una mezcla de temor y emoción, estábamos listas para seguir adelante, abiertas a todo lo que este viaje tenía para ofrecernos.

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